Al iniciar en la práctica de Mindfulness, nuestro sistema de cuidado en el cerebro va activándose, de manera que podemos ser capaces de dar soporte y nutrición, compasión, ternura, apoyo y aceptación a nosotros mismos y a los demás. Cultivar este sistema es un paso evolutivo muy importante, nuestro cerebro evoluciona hacia la felicidad no solamente hacia la supervivencia. Nos permite reconocer nuestro propio sufrimiento y el de los demás y ponernos en acción por el deseo genuino de que sea aliviado. Nos permite ampliar nuestro trato bondadoso más allá de los límites de nuestra progenie y reconocer las necesidades de supervivencia y felicidad de los demás seres humanos. A este reconocimiento de las mismas necesidades y deseos le llamamos “humanidad compartida”.
Si pudiéramos ver claramente, podríamos ser capaces de percibir con claridad el “parentesco” que tenemos unos con otros. Dejaríamos de sentirnos separados y reconoceríamos la existencia de esos delgados hilos que nos unen a todos con todos, formando un mandala de formas extraordinarias conectando a cada ser del universo y haciéndonos interdependientes; nuestra existencia es coexistencia irremediablemente. Lo que hago, me lo hago, lo que doy recibo, lo que recibo doy.
Elisa de los A. Garduño O.