Las personas solemos pensar que nuestra vida tiene durante el día algunos momentos importantes o culminantes, los momentos “protagonistas” por así decirlo, entrar a una junta, llegar a tiempo al trabajo, llegar a casa a comer con la familia, en fin, esas cosas que son las que van dando dirección a nuestro día. El resto del tiempo, los trayectos, los momentos que pasamos parados en una fila esperando, Los consideramos momentos “de relleno”, como si no fueran nuestra vida, como si nuestra vida no estuviera ahí también, como si esos momentos solamente fueran el puente entre evento y evento, algo por dónde hay que transitar, pero carece de importancia.
Si los seres humanos ampliáramos nuestra atención y nuestro interés a esos momentos, también se ampliaría nuestra vida significativamente, cobrarían importancia cosas pequeñas y podríamos detectar justo en esos momentos la necesidad del otro, aprovechar la oportunidad de ser amables, ver la oportunidad de enriquecer nuestro día con las pequeñas cosas. Los momentos de relleno también son tu vida, en los momentos de relleno también estás presente tú, también son oportunidades de crecimiento y de virtud. Cuando estamos parados en la fila del banco nuestra mente normalmente no está ahí, vivimos con una mente vagando entre posibles eventos futuros y eventos pasados planeando, rumiando y “resolviendo” el mundo de los hombros para arriba en un mundo inexistente y ficticio y nos perdemos de la realidad. Si acaso, llegamos a sentirnos reales y vivos cuando vivimos algún evento “especial” como si nuestra vida fuera un juego de unir los puntos, como si lo que diera la forma a nuestra vida fuera solamente la unión de esos puntos significativos y todo lo demás lo viviéramos dormidos o esperando por “esos momentos”. Todavía no nos damos cuenta de que podemos convertir en significativo cada segundo. Todavía no nos damos cuenta que lo que da dirección a nuestra vida son precisamente esos pequeños momentos “de relleno”, ¡si tan sólo permaneciéramos atentos!